El emprendimiento y la salud mental
La palabra más atemorizante para un emprendedor no debería ser “fracaso” sino “desgaste”. De hecho, se han reportado casos de afectaciones en la salud mental en el 72% de los emprendedores.
Este desgaste, mejor conocido como síndrome del burnout o “síndrome del trabajador quemado” sobreviene cuando el estrés laboral alcanza niveles crónicos. Los emprendedores enfrentan niveles de presión mucho más elevados que otras actividades laborales. Desarrollar, organizar y manejar una empresa lidiando con los riesgos que ello implica puede ser muy demandante; sobre todo si se han invertido los ahorros y el sustento económico queda dependiendo de un negocio inestable como lo son todos los emprendimientos en un momento dado.
Entre los síntomas del burnout podemos contar el agotamiento físico y mental generalizado, lo cual deriva en fatiga crónica, aumento de peso o pérdida de apetito, desregulación del ciclo menstrual en el caso de las mujeres, depresión, ansiedad, insomnio, entre otros. Además, ocasiona cambios en la conducta evidenciándose irritabilidad y endurecimiento en las relaciones personales así como también indiferencia y reducción del compromiso con las actividades laborales. Todo lo anterior deriva en el descenso de la motivación y productividad generando así sufrimiento en el individuo que no logra concentrarse y salir adelante en medio de la “pila de tareas pendientes” que crece más y más.
Factores de riesgo personales como baja tolerancia a frustración o el estar expuestos a circunstancias complicadas en el hogar aunado a un sobredimensionamiento de funciones, sobrecarga de responsabilidades o el tener que trabajar con escasez de recursos y apoyo son causas comunes del burnout.
Identificar y modificar las condiciones de trabajo que más estrés generan es una tarea que debe perpetuarse en el tiempo para prevenir posibles episodios de desgaste laboral.
Es especialmente importante programar tiempo libre, involucrarse en actividades donde sea posible desconectarnos totalmente del trabajo. Compartir con la familia, practicar deportes o actividades físicas como caminar, andar en bicicleta, trotar…, sumergirse en la lectura o simplemente ver películas son cosas simples que despejan la mente alivianándola de pesadas cargas por unos instantes.
Como dice un adagio popular: Más vale paso que dure a trote que canse.