A menos que vivas en una isla desierta, todas, absolutamente todas las personas del mundo entero dependen de alguien más. Si bien es cierto que actualmente está de moda el ser «independientes y autosuficientes», la verdad es que nadie puede ser independiente al 100%.
Vivimos y nos desenvolvemos en una sociedad. Mal que bien, nos beneficiamos continuamente de ella. Por ejemplo, tú vas a comprar verduras al supermercado ¿cierto?; si quisieras ser totalmente autónomo entonces deberías cultivar tu propio alimento porque resulta que los víveres del abasto han sido cultivados y traídos hacia ti por alguien más.
Aprender a trabajar en equipo es fundamental para alcanzar el éxito; independientemente de que tu meta sea ser dueño de tu propio negocio o alcanzar altos cargos en una compañía ya constituida, tú te verás envuelto en situaciones donde tendrás que trabajar y cooperar con otras personas. Ahora bien, ¿qué es el trabajo en equipo?
Definición de Trabajo en Equipo
Según Katzenbach (2000) y Smith (2000): El trabajo en equipo se define como un «número de personas con habilidades complementarias que están comprometidas con un propósito, un conjunto de metas de desempeño y un enfoque común, por los cuales se hacen mutuamente responsables».
Habilidades complementarias
Aunque nadie es indispensable, todos somos únicos; cada individuo tiene algo para aportar a la sociedad que más nadie sino él puede hacer. Entender esto nos hace conscientes de que nuestra labor particular dentro del equipo es vital; además, nos hace más humildes al reconocer que los otros miembros cumplen roles fundamentales más allá de los defectos en los cuales nos fijemos.
Comprometidos con un propósito, un conjunto de metas de desempeño y un enfoque común
Aquí hallamos el factor cohesivo, el por qué se ha congregado el grupo. La clave está en recordarlo continuamente y no verlo como una obligación sino como una vocación. En pocas palabras, darle amor a esa meta compartida que beneficiará al conjunto por encima de cualquier interés egoísta individual.
Mutuamente responsables
Esta es una de las partes más difíciles. Una de las causas más comunes por las cuales un equipo de trabajo fracasa. Por ejemplo, imaginemos un grupo en el que cada miembro tenga sus funciones claramente delimitadas. Si por alguna razón, alguno de los integrantes falla en la ejecución de sus tareas, entonces podrían darse dos escenarios posibles:
Primer supuesto: los demás miembros del equipo lo acusarían y culparían por obstaculizar el logro de los objetivos.
Segundo supuesto: los demás miembros del equipo lo apoyarían, aunque ello implique un sobreesfuerzo al verse involucrados en actividades que están más allá de sus funciones previamente delimitadas. Todo ello con el propósito de evitar comprometer el logro de los objetivos. Luego, cuando la crisis haya pasado, propondrían soluciones para ayudar al integrante que falló a aprender de sus errores y corregirlos. Todo lo anterior sucedería en un clima comprensivo y fraterno donde nadie se sentiría juzgado sino más bien impulsado a desarrollarse y crecer.
Conclusión
La confrontación y las discusiones iracundas deben ser evitadas a toda costa y la expulsión de un miembro del equipo debe ser la última y más extrema de las opciones. Claro está que hay que realizar una selección minuciosa de los miembros previamente y, si bien muchas veces no está en nuestras manos elegir con quienes trabajar; lo que sí está en nuestras manos es sostener la mejor actitud posible en todo momento.
Para trabajar en equipo de forma correcta, todo puede resumirse en dos palabras: servicio y amor. Que la labor llevada a cabo sea vista como un servicio desinteresado (más allá de la remuneración o beneficios que se esperan recibir, el mejor trabajo es el que se realiza con vocación) y el amor al tratar con los otros miembros del equipo para que los lazos no sean meramente políticos y diplomáticos sino más apropiadamente con una complicidad sana y fraternal.